Tengo un aprendiz especialista en mentes,
redondeadora de versos ausentes,
despojo rubio anclado en el tiempo,
en París, en silencio, encerrado en sí mismo.
Es el sismo ancestral que todo lo quiere,
que todo lo piensa, que casi todo lo tiene,
es el gemido parcial de las noches
que enmudece de su cuerpo, cada dote.
Tengo un aprendiz que escribe y enciende
luces y estrellas, hornos y velas,
enciende como si fácil lo fuera
cada día, mis ojeras.
Me espera en ropa de muñeca triste,
con ganas de que todo termine
y finalmente, sea ése, el momento culmine,
me espera y espera.
Tengo un aprendiz que pregunta por Ferrer,
que baila tango con encaje y portaligas,
que se desvive por prosas simétricas,
por sonetos y cantos de mi autoría.
Dice ser Milonguita y vivir en Chiclana,
ser la amante mas turbia y arcana,
dice ser feliz cuando nunca lo fue,
cuando nunca jamás tuvo más
que un varón para el café.
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