Cerró los ojos y durmió...
Y el mundo siguió,
y alguien lloró,
y muchos rezaron,
y algunos callaron
problemas abstractos,
y Dios se olvidó
que existe un trato:
dormir al ingrato
y no al que luchó.
Y el viejo juró,
(y al rato juró),
y la vieja creyó,
y velas prendió,
pensando en Fernando,
y alguien se fue
y volvió caminando
tan solo añorando
que él despertó.
Y la siesta siguió,
y el miedo amainó,
y sus manos dijeron,
y sus ojos nos dieron
esperanza y valor,
y Facundo lo vio,
lo llenó de calor,
de recuerdos y amor,
y todos hicieron
un ruido atroz
para poder despertarlo
y escuchar nuevamente
su voz.
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