no vale la pena tanta alharaca,
ni escribir en clave de Sol,
ni ahogar el cuerpo en alcohol,
no vale ni una resaca.
Al final de cuentas Joaquín tenía razón:
no vale la pena el apuro,
ni pasearse con caireles,
ni adorar a la Cibeles,
no vale ni un duro.
Al final de cuentas Blanca tenía razón:
no vale la pena cambiar,
ni morir en el intento,
ni cumplir un juramento,
no vale de nada esperar.
Al final de cuentas yo también se besar.
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