domingo, 25 de enero de 2009

EL HIJO DE FEBRERO

Hace más de diez años, allá por los 90, en la sala de sesiones de un club puntaesteño, ensayaba un grupo de hombres pintados.

Era un frío invierno, eran tiempos buenos, era una locura estar allí con la única meta
de cantar un rato.

Las grapamieles eran bienvenidas, algunos prestaban atención, otros solo se divertían.

El redoble acogía la habitación, sus consignas eran las mismas, entre el humo se miraban las caras.

Eran todos grandes: algunos se escapaba de la patrona, otros planeaban el rumbo de la noche.

Tres niños (que deberían ser muy amantes de la marcha camión) miraban deslumbrados a los murguistas, soñaban con la pintura y los trajes.

Uno de ellos era Marcianito, hijo de Marciano Durán;

Estaba Alejandra, la hija del “Gallina” Suarez;

Y el otro gracias a Dios, era yo, el hijo de Febrero.

1 comentario:

  1. Debio haber sido lindo vivir todo eso siendo un niño...son cosas que nunca se olvidan despuès, por más que pasen los años.
    Saludos, hijo de febrero!!!

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